martes, 6 de septiembre de 2016

Proceso de independencia de Guatemala

Proceso de independencia de Guatemala:

La junta se inició sin mayor retraso. El ambiente era tenso ante la importancia de lo que se habría de tratar y resolver. La reunión fue a puerta abierta, en el Real Palacio. Estaban alrededor de 50 personas en el salón, pero en la antesala y en el corredor se reunieron cada vez más personas, lo mismo que en el patio, portales exteriores y en la plaza misma.
Durante la lluviosa noche anterior se acudió a los barrios a fin de invitar al vecindario. Al principio la concurrencia no era muy nutrida, por lo cual Basilio Porras y Dolores Bedoya de Molina trataron de reunir más gente, pusieron música en la plaza y quemaron cohetes para atraer la atención del pueblo.
Primero se dio lectura a los documentos llegados de Chiapas y a continuación se escuchó la opinión de los asistentes. El primero en tomar la palabra fue el Arzobispo Casaus
y Torres, quien expresó que no había nada que resolver, sino esperar que España decidiera acerca del Plan de Iguala.


Desde fuera llegaron voces acallándolo y aun algunos insultos. Después opinaron el Canónigo José María Castilla y el Deán Antonio García Redondo, ambos en favor de declarar la Independencia. El Brigadier Gaínza, aún vacilante, se mostró partidario de declarar la emancipación, pero conforme al Plan de Iguala, es decir, en unión con México.
Ese fue el tema fundamental de la reunión, según lo reconoce el autor de las Memorias adjudicadas a Molina: `...sobre todo se suscitó una cuestión que fue después la manzana de la discordia: tal fue, si nos pronunciaríamos independientes absolutos o en unión a México. Prevaleció por de pronto la opinión de independencia absoluta'.
En general, predominó el criterio que llevaba preparado y que defendió el ilustre jurisconsulto José del Valle, el cual satisfizo a la mayoría en ambos bandos. La base jurídica del criterio de Valle era que como no se tenía representación de todas las regiones del Reino, se carecía de autorización para decidir en forma definitiva acerca de la Independencia, mas era conveniente declararla `para prevenir las consecuencias que serían temibles en el caso que la proclamase de hecho el mismo pueblo'. Por ello tenía que convocarse a un Congreso, cuyos diputados, debidamente instruidos, deberían ratificarla y decidir, `en caso de acordarla', la forma de gobierno y la ley fundamental.


Apenas se opuso uno de los curas párrocos, quien no veía la necesidad de hacer variación en el gobierno, al que consideraba en capacidad de tomar las medidas de seguridad que convinieran.
Aproximadamente a las 11 de la mañana se hizo la votación. Dos terceras partes estuvieron en favor de lo propuesto por Valle, es decir, que mientras se llevara a cabo el Congreso continuaran en sus cargos las autoridades. Se formó la llamada Junta Provisional Consultiva, integrada por la Diputación Provincial y los siguientes representantes: Miguel de Larreinaga, por León José del Valle, por Comayagua el Marqués de Aycinena, por Quezaltenango José Valdez (tesorero de la Catedral), por Sololá y Chimaltenango Angel María Candina, por Sonsonate, y Antonio Robles, por Ciudad Real.Después de efectuada la votación se dio por disuelta la reunión.
En el momento de su retiro, algunos de los que habían estado en contra fueron insultados, y el Arzobispo Casaus fue halado de las vestiduras hasta romperle el roquete o sobrepelliz. Además, se detuvo su coche en la calle, y se le lanzaron improperios. La sala, donde quedó reunida la Diputación Provincial y el Ayuntamiento, fue invadida por más de 100 personas, que pedían la destitución de quienes habían estado en contra y exigían la inmediata jura del Brigadier Gaínza.
Se acordó entonces la deposición del Coronel Félix Lagrava, Jefe del Batallón de Veteranos, y del Comandante de la artillería, N. de Sotomayor. La multitud no abandonó el salón hasta que el Jefe Político juró la Independencia, aunque todavía pretendió hacerlo conforme al Plan de Iguala. Inmediatamente juraron los otros miembros de la nueva Junta Provisional Consultiva. A continuación se procedió a preparar el acta.


La noticia corrió como reguero de pólvora en la ciudad. Los pocos españolistas quedaron pasmados, aunque algunos creyeron que las tropas al mando de Lagrava reaccionarían. Sin embargo, dicho jefe decidió no actuar, no por temor, según dijo, sino porque iba contra sus principios enfrentarse al pueblo. Al retirarse del salón las autoridades, la gente descolgó el retrato de Fernando VII, el que fue escupido y arrastrado hacia la plaza, donde también fue arrancada la estatua ecuestre de Carlos III, que estaba en la fuente. Otro grupo se dirigió al salón de sesiones del Ayuntamiento para retirar también los retratos de Fernando VII y del Adelantado Pedro de Alvarado.





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